EVIDENCIA CIENTÍFICA DE EFECTOS NO TÉRMICOS DE LAS MICROONDAS
En diversas revisiones sistemáticas se han encontrado evidencias de estrés oxidativo como resultado de la exposición a campos de radiofrecuencia/microondas de baja intensidad. El estrés oxidativo está relacionado con multitud de patologías.
En éste artículo de www.cienciasinmiedo.es se comenta lo siguiente sobre los resultados de una revisión sistemática reciente:
El 89% de los estudios analizados encontraron relaciones significativas entre la exposición a radiofrecuencia y el incremento del estrés oxidativo, es decir, en 216 de 242 investigaciones.
Los autores claramente se posicionan en que este puede ser el mecanismo por el cual se producen efectos biológicos negativos, y que la comunidad científica y los reguladores no pueden seguir admitiendo que no hay evidencia de efectos más allá de los térmicos. Casi un 90% de los estudios revisados muestra ese vínculo entre estrés oxidativo y exposición a radiofrecuencia; los datos son contundentes.
Los resultados son similares los encontrados por la revisión realizada por Yakymenko et al. (2015), quienes reportaron que en 93 de los 100 estudios que habían revisado la exposición a niveles bajos de radiofrecuencia estaba asociada al incremento del estrés oxidativo.
(...)
Este documento oficial de la EPA estadounidense, que muestran los autores, confirma que desde la propia agencia admitían que las guías de protección sólo consideraban efectos térmicos, y que estas no eran válidas para cualquier otro tipo de daño que se pudiera producir. La carta completa puede descargarse aquí.
El profesor Vincenç Navarro comentaba en un ensayo publicado en mayo de 2018 titulado "Lo que se está ocultando a los usuarios de los móviles: su salud puede peligrar":
La revista estadounidense The Nation, que goza de gran prestigio en el mundo intelectual de EEUU por su rigor y por su actitud crítica hacia la “sabiduría convencional del país”, publicó un artículo (“How Big Wireless Made Us Think That Cell Phones Are Safe: A Special Investigation”, The Nation, 29.03.18) de un enorme interés que está causando un gran debate en aquel y otros países, debate que lamentablemente no se ha dado en España. En este artículo sus autores, Mark Hertsgaard y Mark Dowie, detallan cómo la industria de los móviles (cell phones) ha sistemáticamente menospreciado la evidencia de que los móviles pueden producir cáncer de cerebro en los seres humanos que los utilizan. Y documentan que, debido al gran poder de esta industria y su gran influencia sobre organismos nacionales e internacionales como el gobierno de EEUU, gran número de los gobiernos de los países de la Unión Europea, la Comisión Europea e, incluso, la Organización Mundial de la Salud (OMS), se está minimizando el riesgo que la utilización de tales móviles tiene para la salud de la población, y muy en particular para la salud de niños y niñas y adolescentes.
(...)
La experiencia de lo que ocurrió con el tabaco y con las “energías no renovables” enseñó a las industrias que, frente a la evidencia científica que cuestiona la salubridad de sus productos es aconsejable no negar tal evidencia pero en su lugar señalar que la evidencia no es suficientemente concluyente. Así, frente a cada estudio que presenta evidencia que sí que crean alteraciones biológicas como cánceres, la industria presenta otros tantos que no muestran tal evidencia, creando así la impresión de que no se puede llegar a una conclusión. Así, según el artículo, cuando el investigador Henry Lai analizó 326 estudios realizados entre 1990 y 2005, vio que un 56% mostraban que había un efecto biológico en el usuario como resultado de la radicación producida por el móvil, pero a la vez señalaba que un 44% concluyeron que no lo había. Pero cuando Lai recategorizó los estudios según estuvieran o no financiados por la industria, dichos porcentajes variaron: un 67% de los estudios financiados de forma independiente encontraron un efecto biológico, mientras que tan solo el 28% de los estudios financiados por la industria llegaron a la misma conclusión. Tal estudio fue replicado y publicado en la revista Environmental Health Perspectives, la cual concluyó que los estudios financiados por la industria eran 2,5 veces menos favorables a la tesis de daño que los no financiados por la industria.
(...)
En medio del entusiasmo creado por la revolución digital se están olvidando los costes de toda supuesta revolución, ocultando a la población los riesgos de los aparatos realizados y promovidos por tal revolución. Es sorprendente el silencio de los medios sobre el enorme riesgo que tales instrumentos aparatos, como los móviles, suponen para la población. En realidad, podrían tomarse ya medidas que podrían reducir sensiblemente tales daños. Pero el anteponer los intereses comerciales de las empresas a los derechos y necesidades humanos está haciendo un daño enorme. La constante ocultación de información a los usuarios, en muchas ocasiones en complicidad con el poder político puesto a su servicio, es una de las causas de que puede que nos enfrentemos a una de las crisis más importantes en el tiempo que vivimos. Tendría que haber una movilización popular que forzara a los Estados a tomar medidas que podrían prevenir tal crisis. Que ello ocurra depende primordialmente de la voluntad política de los que se llaman a sí mismos “representantes de la ciudadanía”.
Al mes siguiente le profesor Navarro publicaba una réplica a otra que descalificaba el anterior ensayo.
En éste artículo de www.cienciasinmiedo.es se comenta lo siguiente sobre los resultados de una revisión sistemática reciente:
El 89% de los estudios analizados encontraron relaciones significativas entre la exposición a radiofrecuencia y el incremento del estrés oxidativo, es decir, en 216 de 242 investigaciones.
Los autores claramente se posicionan en que este puede ser el mecanismo por el cual se producen efectos biológicos negativos, y que la comunidad científica y los reguladores no pueden seguir admitiendo que no hay evidencia de efectos más allá de los térmicos. Casi un 90% de los estudios revisados muestra ese vínculo entre estrés oxidativo y exposición a radiofrecuencia; los datos son contundentes.
Los resultados son similares los encontrados por la revisión realizada por Yakymenko et al. (2015), quienes reportaron que en 93 de los 100 estudios que habían revisado la exposición a niveles bajos de radiofrecuencia estaba asociada al incremento del estrés oxidativo.
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Este documento oficial de la EPA estadounidense, que muestran los autores, confirma que desde la propia agencia admitían que las guías de protección sólo consideraban efectos térmicos, y que estas no eran válidas para cualquier otro tipo de daño que se pudiera producir. La carta completa puede descargarse aquí.
El profesor Vincenç Navarro comentaba en un ensayo publicado en mayo de 2018 titulado "Lo que se está ocultando a los usuarios de los móviles: su salud puede peligrar":
La revista estadounidense The Nation, que goza de gran prestigio en el mundo intelectual de EEUU por su rigor y por su actitud crítica hacia la “sabiduría convencional del país”, publicó un artículo (“How Big Wireless Made Us Think That Cell Phones Are Safe: A Special Investigation”, The Nation, 29.03.18) de un enorme interés que está causando un gran debate en aquel y otros países, debate que lamentablemente no se ha dado en España. En este artículo sus autores, Mark Hertsgaard y Mark Dowie, detallan cómo la industria de los móviles (cell phones) ha sistemáticamente menospreciado la evidencia de que los móviles pueden producir cáncer de cerebro en los seres humanos que los utilizan. Y documentan que, debido al gran poder de esta industria y su gran influencia sobre organismos nacionales e internacionales como el gobierno de EEUU, gran número de los gobiernos de los países de la Unión Europea, la Comisión Europea e, incluso, la Organización Mundial de la Salud (OMS), se está minimizando el riesgo que la utilización de tales móviles tiene para la salud de la población, y muy en particular para la salud de niños y niñas y adolescentes.
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La experiencia de lo que ocurrió con el tabaco y con las “energías no renovables” enseñó a las industrias que, frente a la evidencia científica que cuestiona la salubridad de sus productos es aconsejable no negar tal evidencia pero en su lugar señalar que la evidencia no es suficientemente concluyente. Así, frente a cada estudio que presenta evidencia que sí que crean alteraciones biológicas como cánceres, la industria presenta otros tantos que no muestran tal evidencia, creando así la impresión de que no se puede llegar a una conclusión. Así, según el artículo, cuando el investigador Henry Lai analizó 326 estudios realizados entre 1990 y 2005, vio que un 56% mostraban que había un efecto biológico en el usuario como resultado de la radicación producida por el móvil, pero a la vez señalaba que un 44% concluyeron que no lo había. Pero cuando Lai recategorizó los estudios según estuvieran o no financiados por la industria, dichos porcentajes variaron: un 67% de los estudios financiados de forma independiente encontraron un efecto biológico, mientras que tan solo el 28% de los estudios financiados por la industria llegaron a la misma conclusión. Tal estudio fue replicado y publicado en la revista Environmental Health Perspectives, la cual concluyó que los estudios financiados por la industria eran 2,5 veces menos favorables a la tesis de daño que los no financiados por la industria.
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En medio del entusiasmo creado por la revolución digital se están olvidando los costes de toda supuesta revolución, ocultando a la población los riesgos de los aparatos realizados y promovidos por tal revolución. Es sorprendente el silencio de los medios sobre el enorme riesgo que tales instrumentos aparatos, como los móviles, suponen para la población. En realidad, podrían tomarse ya medidas que podrían reducir sensiblemente tales daños. Pero el anteponer los intereses comerciales de las empresas a los derechos y necesidades humanos está haciendo un daño enorme. La constante ocultación de información a los usuarios, en muchas ocasiones en complicidad con el poder político puesto a su servicio, es una de las causas de que puede que nos enfrentemos a una de las crisis más importantes en el tiempo que vivimos. Tendría que haber una movilización popular que forzara a los Estados a tomar medidas que podrían prevenir tal crisis. Que ello ocurra depende primordialmente de la voluntad política de los que se llaman a sí mismos “representantes de la ciudadanía”.
Al mes siguiente le profesor Navarro publicaba una réplica a otra que descalificaba el anterior ensayo.